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La huella digital. Un rastro difícil de borrar

Escrito por Jose Manuel Huidobro el 13/11/2018 a las 22:19:40
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(Ingeniero de Telecomunicación)

Con el uso masivo de Internet, pues se puede afirmar que todos somos ya usuarios de la Red –ahora accediendo más a través de dispositivos móviles que fijos–, y la proliferación de las redes sociales como son Facebook, Youtube, Whatsapp, Twitter, Instagram, LinkedIn, etc. la cantidad de información que cada usuario transfiere a/desde la red es inmensa y de todo tipo.

 

Pero no solo son las redes sociales, sino las búsquedas que realizamos a través, por ejemplo de Google, las compras en sitios de venta on-line, las suscripciones a diversos contenidos, los comentarios y las reacciones que se hacen en las redes sociales, etc., todo esto ayuda a dibujar un retrato digital de una persona y genera una ingente cantidad de tráfico y, además, resulta que la mayor parte de las veces es “gratis”, solamente pagamos por la conexión a Internet. Pero esto no es así, no hay nada en este mundo que se ofrezca gratuitamente, salvo excepciones, y si no pagamos por ello, pues resulta que el “producto” somos nosotros mismos, los datos sobre nosotros que volcamos en la Red, sobre nuestras costumbres, aficiones, localización, amistades, preferencias, etc., datos que no pueden tener mayor importancia para nosotros pero de los que otros se pueden beneficiar, que pueden monetizar, y eso es lo que hacen muchas empresas con los datos que recogen de la red, para realizar patrones de comportamiento, analizándolos, con técnicas de big data, para que tengan valor para otros. Esa información y cierta pérdida de privacidad es el precio que pagamos por acceder a un servicio “gratuito”. Si no pagamos por un servicio o suscripción, dicho servicio se monetiza utilizando la información que obtienen sobre nosotros; por ejemplo, esa información ayuda a las empresas a orientar los contenidos hacia mercados y consumidores específicos. En este sentido, el reciente RGPD (Reglamento General de Protección de Datos) europeo limitará el uso de nuestros datos de forma correcta.

 

Muchas veces, las empresas solicitan a las personas, por medio de los avisos de privacidad y las condiciones de uso, la identificación (al menos parcial, puesto que hay datos sensibles que por ley no pueden recabar) con fines mercadotécnicos. De esta manera pueden realizar una segmentación muy detallada, la cual es de gran utilidad al lanzar, por ejemplo, campañas de telemárketing.

 

Por tanto, no solo debemos ser cuidadosos con lo que publicamos, con la información que compartimos con los sitios web que visitamos y la que volcamos en Internet, que no es de por si una red segura, etc., sino que, además, hemos de tener en cuenta no dar más datos sobre nosotros de los que conscientemente estemos dispuestos a ceder, ni volcar información comprometida como, por ejemplo, número de teléfono, direcciones, fotos de menores o en circunstancias no apropiadas, u otra cualquiera que pueda afectar a nuestra reputación, ya que esa información deja un rastro, permanece en los servidores de la Red y cualquiera, con medios técnicos no muy sofisticados, puede tener acceso a ella y utilizarla indebidamente haciendo un uso malicioso en muchas ocasiones. Esa información, que en nuestra actividad cotidiana vamos dejando, no es fácil hacerla desaparecer, pues aunque la borremos o nos demos de baja en los servicios a los que estamos suscritos, eso no es garantía de su desaparición y, seguramente, permanece replicada en otros muchos sitios, de los que ni sabemos ni sobre los que tenemos posibilidad de actuar.