El gran apagón. Mi interpretaciónEscrito por Antoni Brey el 06/05/2025 a las 14:49:02587
(Enginyer de Telecomunicació) Antoni Brey 30 de abril 2025
Para ponerlo en contexto, hay que tener en cuenta algunos datos. En España, la potencia eléctrica consumida en un día normal oscila entre los 15 y los 30 GW, con picos de hasta 45 GW en condiciones extremas, como durante una ola de calor.
Dentro de estas, la solar fotovoltaica tiene un papel destacado, y recientemente ha experimentado un crecimiento anual acelerado: 20 GW de plantas instaladas en 2022, 26 GW en 2023 y 32 GW en 2024. De hecho, porcentualmente España se ha convertido en el país líder a nivel mundial en producción de energía fotovoltaica, que ya representa un 19 % del total de la electricidad generada.
Un par de datos más: Primero, durante el año 2025 el sistema de determinación del precio de la electricidad se está modificando para pasar a hacerse en tramos de quince minutos, en lugar de cada hora. Segundo, la península ibérica sigue siendo, en buena parte, una isla energética si se compara con otras regiones de tamaño similar en Europa y el mundo.
La realidad es que en pocos años hemos evolucionado de un modelo de producción centralizado —basado en grandes centrales— a un sistema altamente distribuido y mucho más diverso y dinámico. Ahora bien, es muy posible que esta transformación no haya ido necesariamente acompañada de una evolución igual de rápida en los protocolos de gestión de la red eléctrica. Nos encontraríamos en una situación similar a la que se vivió hace años en los mercados bursátiles: con la incorporación de algoritmos de transacción automática, se produjeron fluctuaciones violentas y efectos "bola de nieve" que requirieron medidas de contención. En el caso de la red eléctrica, probablemente ha sucedido algo parecido. Los mecanismos para sincronizar oferta y demanda, sumados a condicionantes económicos (como el hecho de que, con precios negativos, nadie quiera producir energía), han podido desencadenar una desconexión masiva, imprevista y sin precedentes.
Afortunadamente, la situación no ha causado víctimas personales, a pesar de las incomodidades y las pérdidas económicas que ha generado. Pero, ¿de quién es la culpa? Es difícil señalar a un único responsable. Más bien, parece el resultado de una nueva realidad técnica y económica que exige una revisión urgente de los sistemas de control y gestión, así como de la normativa asociada. Estar en una posición líder a nivel mundial conlleva también asumir los riesgos de ser pioneros.
Como reflexión final, este episodio nos ha dejado clara la fragilidad de nuestro estilo de vida. Y debería servirnos de advertencia sobre los riesgos inesperados que pueden surgir de nuestro propio progreso tecnológico. Pienso, naturalmente, en la Inteligencia Artificial, otra gran transformación en curso, con un potencial enorme pero también con riesgos que aún ni acabamos de comprender ni sabemos del todo cómo gestionar. En cualquier caso, y a pesar de los sustos, no se puede negar que nos ha tocado vivir en una época bastante interesante.
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