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Ucrania: la guerra que vio venir la OSINT

Escrito por Guillem Alsina el 06/03/2022 a las 16:43:40
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Ramsés II “el grande” hizo grabar en piedra, en Abu Simbel, el relato de la batalla de Kadesh. O, más acertadamente, el relato que quería que vieran los egipcios: una victoria total e inapelable de las tropas de su rey-dios gracias a la intervención personal de él mismo, y no el empate técnico que más bien fue según ha desvelado la historiografía actual.


Si hubo algún súbdito del faraón que quiso alguna vez conocer los detalles de cómo fue no sólo esa batalla, si no toda la guerra, lo tuvo imposible. El siglo XXI es distinto, y la globalización de Internet y los omnipresentes smartphones (entre otros dispositivos móviles) con cámara, así como servicios online que prestan, por ejemplo, imágenes de satélite, han permitido que se desarrolle una disciplina que, hace décadas, se podía valer de poca cosa más que recortes de periódico, emisiones televisivas y publicaciones gubernamentales: la inteligencia de fuentes abiertas, OSINT por sus siglas en inglés.


El conflicto de Ucrania que estamos viendo estos días era previsible desde semanas e, incluso, meses antes de que el primer soldado ruso pusiera un pie más allá de la frontera, tal y como nos confirma Pol Molas, presidente de la Societat d’Estudis Militars, think tank catalán dedicado a asuntos de defensa.


A partir del momento en el que se fue consolidando grueso de las fuerzas rusas acumuladas en la frontera (entre finales de diciembre y comienzos de enero), tuve la impresión de que aquello no era sólo un ejercicio de intimidación”, indica Molas, para continuar explicando que esas mismas fuerzas “llevaban allí casi dos meses, y anunciaban que estarían casi dos más por los ejercicios con Bielorrusia. Nadie mantiene tantos efectivos durante tanto tiempo fuera de sus cuarteles”.


Durante esos días circularon muchos vídeos de convoyes militares rusos, trenes llenos de material y rumores o aseveraciones de testigos presenciales sobre la acumulación y despliegue de efectivos en Rusia y Bielorrúsia como, por ejemplo, que también disponían de hospitales de campaña y reservas de sangre, una señal para algunos inequívoca que aquello iba más allá de unos simples ejercicios.


Estos vídeos y testimonios no eran las únicas pruebas de que el despliegue ruso era algo más que una simple muestra de musculatura: los servicios comerciales de imágenes satelitales, asistidos por los sistemas de georreferenciación. Estos datos, junto a las fuentes documentales (bibliografía, documentos oficiales, etc), han contribuido a dar una imagen de la composición y dimensión de las fuerzas rusas concentradas, a partir de la cual se han elaborado las hipótesis de los correspondientes cursos de acción.


No obstante, estos datos de OSINT, especialmente los vídeos del despliegue ruso captados por transeúntes del área de concentración de las fuerzas y colgados en las redes sociales, parecen haber ido desapareciendo tras el inicio del conflicto, algo que Molas pondera como normal: “como en cualquier otro conflicto, todo el mundo trata de velar por la seguridad operativa con mayor o menor acierto. Asimismo, respecto al gran público, la interpretación de mapas puede resultar confusa”.


Lo que sí nos llegan son los vídeos de las acciones, ya sea del desarrollo de algunos combates (como derribos de helicópteros, bombardeos o tiroteos), como del campo de batalla una vez se ha librado un enfrentamiento. “La conectividad a Internet sigue, con interrupciones, pero sigue. Además, canales más clásicos como los de la radio, y concretamente las SDR -radios definidas por software, por sus siglas en inglés- están ayudando a crear redundancias y/o canales alternativos”.