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Algo tiene que cambiar

Escrito por Tecnonews el 24/10/2017 a las 22:20:58
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Europa vive instalada en una época histórica muy concreta que parece estar llegando a su fin. Somos hijos e hijas del fin de la Segunda Guerra Mundial. Desde 1945 y con la promesa de no repetir los errores del pasado, se inauguró un período de paz en el Viejo Continente, que también tuvo relación con el aumento del bienestar tanto económico como social. A partir de la década de los 90 -desde la caída de la URSS- la calidad de vida en nuestros países no ha hecho otra cosa que decaer. Resulta curioso pensar que la Unión Soviética se convirtiese en sus años de vida en el tapón para que la desigualdad se instalara en Europa.

 

Desde la caída del muro ese bienestar global del que acabamos de hablar se convirtió únicamente en desarrollo económico y social. Fue la última parte de nuestra época que ahora va terminándose que coincidió con la llegada de la Sociedad de la Información.

 

La revolución tecnológica nos ha traído un sinfín de mejoras y comodidades, y lo que es más importante, pudo habernos traído una mejorar democrática que nunca ha terminado de ser.

 

A partir del año 2001, concretamente a partir de la caída de las Torres Gemelas el 11 de septiembre, la promesa de un mundo en el que bienestar social y económico serían el ADN del futuro acabó por desmoronarse.

 

Es cierto que desde entones hemos asistido a los progresos más increíbles en lo que a tecnología se refiere, sin embargo, no ha sucedido lo mismo en el ámbito de la igualdad, la libertad y la fraternidad -los tres valores que inventó la Revolución Francesa.

 

Así llegamos a nuestros días con un futuro que a todas luces se vislumbra incierto y que podríamos definir con una palabra: crisis. El clima, los refugiados, las democracias representativas, la economía, las clases bajas y medias, las culturas, el trabajo, la seguridad, la libertad... todo está en crisis. Es por este motivo que, con un rostro u otro, en los tiempos cercanos venimos viendo expresiones que ponen en duda el viejo sistema de relaciones nacionales y sociales. Trump, el ascenso de la ultraderecha en toda Europa o la agresividad de unos viejos partidos moribundos vendidos a los intereses de quienes más tienen son un síntoma del fin de era en el que nos hallamos.

 

Tenemos con todo, las herramientas para hacer un mundo más justo. Tenemos las técnicas para producir energía limpia, tenemos las técnicas para hacer democracias más justas, tenemos las técnicas para repartir el capital de una forma más equitativa. Lo que no tenemos son las preguntas adecuadas: ¿Cómo debe ser ese mundo más justo? ¿Quién tiene que perder en ese mundo más justo?





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