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Reflexión - una mirada al pasado para entender el presente

Escrito por Mario Agudo el 12/11/2013 a las 13:26:04
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En los albores del siglo XXI gozamos de una vida absolutamente tecnificada. Las nuevas tecnologías han cambiado nuestra forma de relacionarnos. Todo es más inmediato y viral, pero los protagonistas de la historia seguimos siendo nosotros. El ser humano, aunque ha evolucionado tecnológicamente, es, en esencia, lo mismo que fue en los albores de nuestra civilización. Ya lo decía Marco Aurelio en sus Meditaciones: “ten presente que los hombres, hagan lo que hagan, siempre serán los mismos”.
 

En los clásicos uno puede encontrar máximas que no han perdido vigencia y que le ayudan a afrontar las dificultades del día a día. Saber que hace más de dos mil años, las preocupaciones del ser humano eran las mismas que las nuestras, produce una sensación profundamente reconfortante, como si todo el pensamiento de la historia estuviera ahí para respaldarnos con su consejo.
 

Por eso yo siempre he echado la vista atrás para encontrar en las sabias palabras de los pensadores clásicos una guía o un consuelo para nuestra vida cotidiana y, especialmente, para nuestra actividad empresarial, pues al fin y al cabo, otra cosa que no ha variado es la unión de las personas en pos de un objetivo común, que es, muy esquemáticamente, lo que una empresa significa.
 

Hablando de objetivos, traigo a colación una frase que siempre me ha gustado de Séneca: “cuando no sabemos a qué puerto nos dirigimos, todos los vientos son desfavorables”. En el mundo empresarial, la fijación de objetivos claros es fundamental: “quien pretende llegar a un sitio determinado emprenda un solo camino y déjese de tantear muchos a un tiempo, pues esto no es caminar, sino vagar”, decía el cordobés y es que “a los que corren en un laberinto, su misma velocidad los confunde”, apuntaba.
 

Andar el camino no es fácil, Sócrates solía decir que “comenzar bien no es poco, pero tampoco es mucho”. No hay que dormirse en los laureles. Pitágoras nos lo recuerda en esta frase: “cuando más hacemos, más podemos hacer; cuando estamos más ocupados es cuando tenemos más tiempo para divertirnos”. Para superar las dificultades que nos van saliendo por el camino, siempre podemos acudir a la máxima de Cicerón: “esperemos lo que deseamos, pero soportemos lo que acontezca” o al consejo de Tales de Mileto: “si buscas una buena solución y no la encuentras, consulta al tiempo, puesto que es la máxima sabiduría”. La búsqueda siempre tiene recompensa: “si buscas, encontrarás”, decía Platón.
 

Pero sobre todo, hay que tener ambición. Epicuro, uno de mis pensadores favoritos, decía que: “el futuro no es nuestro, pero tampoco se puede decir que no nos pertenezca del todo”. Para poder mirar hacia adelante, uno tiene que evolucionar. Heráclito ya nos lo recordaba: “nada es permanente a excepción del cambio”. El cambio debe ser algo consustancial a nuestra actividad. Adaptarse a los nuevos tiempos es la única constante, volviendo a Séneca nos damos cuenta de que “jamás se descubriría nada si nos considerásemos satisfechos con las cosas descubiertas”.
La consecución de los objetivos no ha de apartarnos de nuestra esencia. Había una máxima en la entrada del templo de Apolo en Delfos que rezaba así: “conócete a ti mismo”, frase que luego hizo suya Solón de Atenas. Séneca profundizaba más y nos recordaba que “crees que tienes que habértelas con muchas dificultades, pero la verdad es que la mayor dificultad está en ti y tú eres el estorbo para ti mismo”. En este sentido, hay una frase de Marco Aurelio que siempre me ha encantado: “no malgastes lo que te queda de vida en conjeturar sobre los demás, a no ser que busques el bien común. Pues imaginar qué pueden estar haciendo y por qué, qué están pensando y qué planean, te aturde y te aparta de tu guía interior”.  Es fundamental saber que “sólo es útil el conocimiento que nos hace mejores”, como decía Sócrates.           
 

La discreción y la prudencia son también fundamentales. Pítaco de Mitilene decía: “el que no sabe callar lo que debe, no sabe hablar lo que debe” y Quilón de Esparta era más claro: “no permitas que tu lengua corra más que tu inteligencia”. Volvemos a Marco Aurelio, un pozo inagotable de consejos: “no lo hagas si no conviene, no lo digas si no es verdad”.
 

También hay que ser críticos, en palabras de Séneca: “prefiero molestar con la verdad que complacer con adulaciones”, pero tampoco pasarse, Marco Aurelio nos lo dejaba bien claro: “nunca discutas con un superior. Corres el riesgo de tener razón”. El emperador romano también nos alertaba sobre algo muy importante: “todo lo que escuchamos es una opinión, no un hecho. Todo lo que vemos es una perspectiva, no es la verdad”.
 

No hay que tener miedo de nadie, Séneca decía que “a algunos se les considera grandes porque también se cuenta el pedestal”. Recordad que “es agradable ser importante, pero más importante es ser agradable”, según el cordobés, y que la honradez, en palabras de Cicerón, “es siempre digna de elogio, aun cuando no reporte utilidad, ni recompensa, ni provecho”. Si no tenemos talento, podemos echar mano de la diligencia “la diligencia es una gran ayuda para el que posee un mediocre ingenio” y siempre, siempre, ponedle pasión a las cosas: “un hombre sin pasiones está tan cerca de la estupidez que sólo le falta abrir la boca para caer en ella”. Estos dos últimas frases, como no, son de Séneca.
 

Si todo sale mal, no desesperéis, Epícteto lo decía claramente: “no pretendas que las cosas ocurran como tú quieres. Desea, más bien, que se produzcan tal como se producen, y serás feliz”. Y recordad siempre que, como decía Epicuro: “llegará un momento en que creas que todo ha terminado. Ese será el principio”. Nada más, espero que con esta retahíla, haya despertado en vosotros el interés por acudir a los clásicos para encontrar respuestas a los problemas del presente. Es un ejercicio bastante sano.