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Prompt Engineers

Escrito por Josep M Vilà Solanes el 01/11/2023 a las 14:16:34
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En todo proyecto, del tipo que sea y en todas sus fases de desarrollo, colaboran dos tipos de inteligencia diferentes, por una parte la racional que trata de optimizar los principales parámetros del del proyecto, bien sea el coste de los recursos empleados o la eficacia de sus características. Y por otra la inteligencia lateral, la intuición, la imaginación, o como se le quiera llamar, que trata de encontrar o idear soluciones, de forma desestructurada, a los problemas que se van presentando en cada fase.

 

La primera, la racional, es buena para la síntesis y desarrollo de las soluciones que se desean implementar, también puede ayudar en el análisis para entendimiento del problema pero muy poco para el descubrimiento de la solución, donde la imaginación juega un papel predominante. Esta consideración se hace más evidente cuanto más complejo es el problema o proyecto.

 

Para aplicación de la inteligencia racional existen multitud de procedimientos analíticos y de cálculo que permiten un desarrollo paso a paso para efectuar un correcto desarrollo e implementación, de las soluciones encontradas, facilitando la optimización deseada. Para la utilización de la inteligencia no racional existen técnicas que ayudan a enfocar la intuición y la imaginación en el entendimiento y búsqueda de las soluciones posibles, pero como es fácilmente comprensible un sistema racional, por su propia naturaleza, nunca puede controlar o impulsar un sistema no racional.

 

Tanto en un caso como en el otro, la clave del equipo de proyecto radica en plantearse las preguntas adecuadas bien sean técnicas, económicas o de funcionalidad. Las respuestas estarán en la bibliografía existente, en el conocimiento de los miembros del equipo y en la capacidad de imaginación de algunos de ellos. Y las respuestas irán configurando el desarrollo del proyecto.

 

Por lo que la clave para conseguir llegar a una buena solución, medida en tiempo, coste y funcionalidad, se basa en formular las preguntas correctas. Lo contrario ralentiza la solución o no permite optimizar los parámetros deseados. Decía un amigo en una tertulia, Joaquim Coello, que los japoneses, en la II guerra mundial, se preguntaron si podían destruir la flota del Pacífico de EEUU, situada en Pearl Harbour, en lugar de si podían ganar la guerra contra un país varias veces superior en potencia industrial y capacidad económica. La respuesta a la primera pregunta era un sí, mientras que a la segunda era claramente un no rotundo. Al parecer no hicieron la pregunta adecuada antes de iniciar su proyecto bélico y perdieron la guerra. Siempre ha sido así en todos los proyectos o problemas, tanto humanos como técnicos. Hacer buenas preguntas, a los expertos y gestores del conocimiento, es clave para obtener las respuestas más correctas.

 

Ahora aparece una nueva inteligencia que puede colaborar en este tema: la Inteligencia Artificial, que ni es puramente racional ni, tampoco, claramente imaginativa. Pero utilizándola como un miembro más del equipo puede aportar una notable ayuda tanto en la fase de entendimiento de los problemas y búsqueda de soluciones, como en la de síntesis y desarrollo de las soluciones encontradas. Como se puede ver en los sistemas actuales de IA generativa, como el GPT (Generative Pre-trained Transformer), basados en redes neuronales que aprenden por entrenamiento y que están evolucionando muy rápidamente, produciendo respuestas muy convincentes a las preguntas que se les formula.

 

La ingente cantidad de información que pueden manejar y el dominio de la multitud de reglas con las que han sido entrenados, los hacen particularmente eficaces para proporcionar respuestas útiles en la fase de síntesis y desarrollo, siempre y cuando las preguntas hayan sido las adecuadas.

 

Igualmente, su capacidad de obtención de patrones en los datos de que dispone y su capacidad de valoración estadística de los mismos, les permite proporcionar respuestas diferentes y sorprendentes, cuasi-imaginativas, que permiten ayudar en el entendimiento de problemas y en la obtención de soluciones, antes mencionados. La diferencia con los expertos es que éstos entienden lo que proponen, mientras que los bots de IA lo proponen sin entenderlo.

 

Para sacar el mejor fruto de estos nuevos componentes del equipo de proyecto hay que aprender también a realizar buenas preguntas. Y aquí es donde surge el Prompt Engineer, que preguntada su definición al Chat GPT-3 nos da esta respuesta: “…se refiere a un profesional que se encarga de crear y diseñar los “prompts” o estímulos en sistemas de inteligencia artificial, como chatbots o asistentes virtuales…. En resumen, un “prompt engineer” desempeña un papel fundamental en la creación de interacciones exitosas entre humanos y sistemas de inteligencia artificial al diseñar los mensajes y preguntas que guían la conversación”.

 

Lo interesante de esta conversación entre humanos y máquinas es que ambos aprenden durante el proceso. El prompt Engineer aprende a preguntar mejor, en el sentido de obtener las respuestas más útiles, y el dispositivo de IA enriquece su entrenamiento en el tema sobre que se conversa. Él aprende con la máquina i la máquina aprende con él, como sucede entre los expertos humanos con los que se trabaja en un proyecto, solo que a una mayor velocidad.

 

Asistí a un recital de un duo formado por el extraordinario pianista Marco Mezquida y un sistema de IA, organizado por Quo Artis dentro de una co-creación de SONAR y la UPC, en el que se podía apreciar las reacciones a los estímulos musicales recíprocos. A veces la máquina seguía al pianista y, en otras ocasiones, sucedía al revés, Es lo mismo que la co-creación de una conversación entre el prompt Engineer y el dispositivo de IA del proyecto.

 

Esto implica también la necesidad de formación en una nueva especialidad que se desarrollará en paralelo con los vertiginosos avances en la IA. Y no sólo en el caso de un proyecto de ingeniería, como me he referido hasta ahora, sino que es de aplicación en otras áreas como la salud, la automoción, la seguridad y un largo etcétera. Está formación, aunque requiere un cierto conocimiento de cómo funciona un dispositivo de IA, está más cercana a la problemática del área de aplicación, es decir, del usuario.

 

Estamos asistiendo a una emergencia de una tecnología que está revolucionando la mayoría de las actividades de la sociedad, por lo que debe prestarse la máxima atención a la formación necesaria que se precisará para sea exitosa, porque el factor humano seguirá siendo esencial. Pero también hay que tener en cuenta que estamos inmersos en un cambio revolucionario y, en consecuencia, hay que saber actuar, además de rápido, con la mayor flexibilidad posible. Porque como bien queda reflejado en el catálogo de la exposición This is tomorrow de Londres en 1956: “Yesterday’s tomorrow is not today, so maybe today’s tomorrow won’t be quite what you expected!”.

 

 

Josep M. Vilà Solanes

Ingeniero Industrial