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LA (IN) CONSCIENCIA DEL VOTO

Escrito por Jordi Àngel Jauset el 16/11/2011 a las 19:58:13
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(Profesor e investigador. Gestión de la calidad e innovación docente)

En unos pocos días seremos convocados de nuevo a las urnas. Hay que ir pensando razonadamente, a quien votar pues ahora más que nunca, como dirían nuestros abuelos, nos jugamos los garbanzos.

 

El partido que gobierna ya no tiene ideas, las ha agotado o no sabe aplicarlas. Ha perdido toda credibilidad. Los que están en la oposición, aprovechando las debilidades del gobierno, se sienten en posesión de la verdad y rebosan soluciones. Junto con las ganas de gobernar, todo apunta a que podrían ser una buena opción. Pero, pensándolo detenidamente, algunos aspectos de su  programa no convencen,  así que no debería precipitarme, no sea que me deje llevar por mis impulsos y acabe tomando una decisión incorrecta. Aunque, el líder del principal partido de la oposición parece que habla más claro y sintoniza mejor con la realidad,  con los problemas cotidianos que tanto nos preocupan y atosigan… Entonces, ¿a quién tengo que votar?, ¿por quién me decanto?, ¿qué debo considerar para no errar en mi decisión?

 

Desde los antiguos sabios griegos, hemos asumido que una decisión se toma de forma consciente, una vez analizados los pros y los contras, valorando alternativas y tras una deliberación racional. Sin embargo, se ha demostrado que el cerebro no funciona así. La investigación actual enfatiza que este proceso no es meramente racional sino que las emociones desempeñan un papel determinante, guiándolo, reduciendo la complejidad de la decisión y atenuando el posible conflicto entre opciones  similares. Algunos de los últimos estudios, tal como ya sugirió Daniel Khaneman - psicólogo y premio Nobel de Economía- apuntan a que las decisiones, aunque parezcan razonadas, se toman principalmente y anticipadamente por el inconsciente más que por el consciente. Así lo certifican prestigiosos científicos en el ámbito de la neurociencia y psicología, como John A. Bargh, Antonio Damasio y Joseph LeDoux, entre otros. Hoy día, pues, se reconoce que en el inconsciente pueden gestarse decisiones tan válidas como las que resultan de procesos cognitivos conscientes ya que las zonas que tienen que ver con la racionalidad (corteza cerebral) y con las emociones (amígdala) están estrechamente interrelacionadas y ambas contribuyen al resultado final.

 

Alexander Todorov, científico y profesor de la universidad de Princeton, ha llevado a cabo diversos estudios mediante técnicas de neuroimagen para analizar que partes del cerebro influyen en la decisión de voto. Se comprobó, por ejemplo, que los cerebros de los voluntarios mientras escuchaban discursos políticos, activaban preferentemente sus áreas emocionales frente a las racionales. También analizó qué ocurría al observar el rostro de candidatos políticos y como una primera impresión podía predecir el resultado electoral. El cerebro tarda tan solo medio segundo, como máximo, en procesar todos los atributos que derivan de su visión que actúan inconscientemente en las áreas emocionales que pueden influir en la decisión de voto. Los resultados encontrados indicaron que se elegían aquellos rostros que se percibían como más competentes, coincidiendo, aproximadamente, en un 70% con los posteriores resultados electorales. La primera sensación percibida parecía impactar notablemente en la decisión de los votantes. Éstos y otros aspectos son bien conocidos por los asesores de imagen que intentan minimizar aquellos aspectos que puedan perjudicar al candidato potenciando, a su vez,  los favorables o positivos.

 

Según el doctor  Francisco J. Rubia, catedrático de medicina de la Universidad Complutense de Madrid y reconocido especialista en el funcionamiento del cerebro, “…la libertad es una ficción cerebral pues la toma de decisiones se produce de manera inconsciente, se elige de acuerdo con nuestras simpatías o antipatías…”. Por ello, hoy día, es tan cuestionada la decisión “racional” del voto, pues todo apunta a que es un engaño del cerebro que nos hace creer que es racional cuando en realidad no lo es. Ya lo decía Blaise Pascal: “El corazón tiene razones que la razón ignora”. O el filósofo David Hume cuando expresaba que “la razón es la esclava de las pasiones”

 

¿De qué dependerá pues mi voto?, ¿de razonamientos conscientes?, ¿de sutiles procesos inconscientes cuyo sustrato neuronal influye en los procesos conscientes? Si existe la pregunta del millón, apostaría que estamos ante ella.

 


Jordi A. Jauset Berrocal

Profesor de la Facultad de Comunicación Blanquerna (URL)

www.jordijauset.es