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La I+D española, lo que la crisis podría destruir

Escrito por Juan Mulet el 30/06/2010 a las 00:37:03
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(Dr. Ingeniero de Telecomunicación)

Investigación es toda actividad sistemática de creación de conocimiento. Con el famoso informe de Vannevar Bush, Science, the endless frontier, de 1945, se popularizó el término I+D, que en la terminología del Manual Frascati de la OCDE, la I serían los "trabajos experimentales o teóricos que se emprenden principalmente para obtener nuevos conocimientos acerca de los fundamentos de los fenómenos y hechos observables", tanto si se enfocan o no a una aplicación. La D serían los "trabajos sistemáticos que aprovechan los conocimientos existentes obtenidos de la investigación y la experiencia práctica, y está dirigido a la producción de nuevos materiales, productos o dispositivos; a la puesta en marcha de nuevos procesos, sistemas y servicios, o a la mejora sustancial de los ya existentes". Las actividades de I+D de los países de la OCDE se miden con la metodología de aquel Manual, cuya primera edición fue de 1963, que ya ha tenido múltiples ediciones. La experiencia mundial en medida de la I+D nacional es muy grande y los datos son considerados aceptablemente buenos y comparables internacionalmente. Son estos datos los que nos dicen que en 2008, última estadística finalizada, España dedicó el 1,35% de su PIB a I+D, es decir 14.700 MEuros, que eran gastados por 215.700 personas de las cuales 131.000 eran investigadores. Sólo 46.400 de estos últimos trabajaban en empresas. Todas estas cifras parecían imposibles hace dos décadas, y su ritmo de crecimiento en estos años ha sido igual de sorprendente. La comparación internacional arroja luz sobre nuestra situación. La UE-27 en 2007 dedicaba el 1,85% de su PIB a I+D, cifra que hay que comparar con el ya citado 1,35% español. Pero en cuanto a personas dedicadas a I+D por cada 1000 activas, en España había 10,65 frente a los 10,3 en la UE-27. Los investigadores comparaban de la misma manera, porque frente a los 6,47 en España había 6,0 en esta Europa. La explicación de esta aparente contradicción está en la distribución de gasto, de personal total y de investigadores entre el sector público y las empresas. En la Europa de los 27, el 52,8% trabajan en el sector privado y en España son sólo el 35,4%. Curiosamente, el gasto por investigador empresarial español, que fue en 2008 de unos 174.000?, compara muy bien con, por ejemplo, el del alemán, que es sólo un 20% mayor. Una situación muy distinta es la del investigador público, que en Alemania recibe casi dos veces más que el español. Y continuando con Alemania, mientras que en este país el gasto total, el 2,6% de su PIB, se reparte en un 30,1% para la investigación pública y un 69,9% para la privada, el reparto español es de un 45,08% para el sector público y el 54,92% para las empresas. En resumen, podemos decir que durante estas dos últimas décadas hemos conseguido situarnos en términos de PIB, en el 73% de la media europea, ligeramente por encima de ella en cuanto a personas dedicadas a I+D y a investigadores, pero con un peso sensiblemente inferior del sector privado, tanto en cuanto a gasto como a investigadores. Todo esto se refleja en los resultados de nuestra I+D. Por una parte, el número de investigadores públicos como sus recursos son capaces de producir el 3,25% de los artículos científicos de calidad mundial, lo que nos sitúa en la novena posición mundial, que cae a la vigésima quinta cuando los países se ordenan por las citas bibliográficas de sus artículos. Pero por otra, los investigadores empresariales son insuficientes, porque los recursos puestos a su disposición son aceptables, para dar a nuestro tejido productivo la competitividad necesaria, que queda reflejada en el déficit de nuestra balanza de pagos, especialmente en productos de media y alta tecnología, y en el número de patentes, especialmente de las triádicas, que escasamente representan el 0,5% mundial. Todo esto no quiere decir que no existan en el país empresas en nichos de todos los sectores, incluidos los de alta tecnología, que no sean competitivas. Pero estas no son más de unas diez o doce mil, en las que trabajan nuestros investigadores empresariales. Pero de ellas todavía nos son muchas las que han conseguido acercarse a los investigadores del sector público para desarrollar una investigación de mayor calidad, pero son ciertamente muchas más que hace veinte años. Cuando llegó la crisis, estábamos en un fuerte crecimiento de nuestra I+D empresarial, desde 1994 nunca había sido menor del 12%, y algunos años superó el 20%. En 2008, con medio años de crisis, el crecimiento fue sólo del 8%, pero donde se notó más su efecto fue en el número de empresas que se incorporaron al grupo de las que desarrollaban I+D. Si lo habitual era un crecimiento superior al 16%, este año fue sólo de un 2,6%. Esperemos que la actual situación no malogre el pequeño sistema de innovación que, en la pasada época de bonanza, se había empezado a construir. Juan Mulet Director General de Cotec Mayo, 2010