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La formación de los nuevos líderes tecnológicos

Escrito por Ariadna Llorens el 11/06/2019 a las 20:35:44
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(Profesora UPC)

La incorporación en el denominado Espacio Europeo de Educación Superior (EEES) en el año 2007 ha tenido consecuencias especialmente significativas para la universidad tecnológica española. La oportunidad brindada por la implementación del conocido como plan Bolonia no supo ser aprovechada suficientemente, a mi modo de ver, tanto por motivos intrínsecos como extrínsecos. Por ejemplo, adaptar mejor los planes de estudio a las necesidades del mercado laboral no fue prioritario. Subrayemos que en el caso de las ingenierías estamos ante titulaciones universitarias especialmente profesionalizadoras, que en muchos casos determinan la posibilidad de ejercer la profesión, y que, a su vez, tienen una correlación directa con la capacidad competitiva tecnológica de futuro de un País.  Como tampoco ayudó la drástica reducción de la inversión pública para la universidad en España, justo en esa misma década.

 

También, pasamos de egresar ingenieros/as técnicos/as y de ingenieros/as al mercado empresarial, a titular graduados/as y masters en ingeniería. Más allá de la parte estrictamente superficial, o no, de la cuestión nominal (una cierta titulitis ha de acompañar necesariamente a las instituciones académicas) la carga de profundidad que iba adjunta, era otra.

 

Pasar de carreras de tres años a cuatro, generó en las escuelas técnicas, la oportunidad de alargar un año los planes de estudio y, por tanto, se daba cabida a todo un conjunto de demandas curriculares que había en cartera. En cambio, en el sentido opuesto, pasar de 5 a 4 años, en las escuelas de ingeniería, necesariamente implicó la compresión de contenidos, y también de la vida universitaria. Una traslación de asignaturas al máster, de no fácil encaje ante el reto de igualar procedencias de los estudiantes que entrarían, desde grados diferentes. 

 

Estudios sectoriales recientes, que han cuestionado si la formación de máster respecto a la formación de grado aporta un valor añadido en la contratación del recién titulado, y analizando respuestas pre y post implantación del EEES, indican resultados similares y ampliamente afirmativos tras la década del proceso. Es decir, la empresa en España no distingue cambio alguno en su percepción del graduado/a versus a la que tenía del ingeniero/a técnico/a, pero ahora tardamos un año más en completar su formación. Y mirando a Europa, es esencial tener presente en cuanto a la homologación de títulos universitarios, que la titulación de ingeniería corresponde al nivel 7, atendiendo al European Qualification Framework (EQF) y por tanto al nivel de máster, mientras el nivel de grado (antes ingeniería técnica) corresponde al 6, lo que puede implicar un desencaje y pérdida de competitividad en su movilidad.

 

Además, el incremento exponencial de títulos con que ha ido acompañada la implementación del plan Bolonia, una excesiva proliferación de grados, que empieza a preocupar a las autoridades políticas, desorienta a los futuros matriculados ante tanta oferta, e incluso las empresas empiezan a echar en falta la claridad anterior. No obstante, sería injusto obviar que la tasa de paro en los recién titulados en ingeniería es mínima y ello evidencia la bondad de la formación universitaria proporcionada, en términos globales.

 

Parece indiscutible que la revolución tecnológica que nos rodea, genera una necesidad de especialización abrumadora, y que la formación pasa a ser una constante vital, por lo que hemos de repensar la universidad tecnológica como un espacio también de perfeccionamiento, que ha de acompañar al profesional a lo largo de su vida. De manera que la oferta debe ser consecuente a esta nueva realidad. De ahí también que sólo las universidades tecnológicas referentes, aquellas que aúnan a los mejores docentes y son líderes en investigación y en transferencia, pueden estar a la altura de tal reto. Es una realidad creciente que los líderes empresariales responden a perfiles técnicos y que la innovación tecnológica es palanca de cambio y de mejora competitiva.

 

En mi opinión, y más que nunca en el pasado, necesitamos titulaciones generalistas que nos den esa capacitación amplia, ese sello de ingeniero/a que indique que los recién titulados están preparados, y serán capaces de ejercer ante la complejidad y los cambios constantes que un mercado VUCA* les solicite. Y proveer des de la universidad tecnológica de referencia, de los cursos de especialización, postgrados y másteres, de forma flexible y adaptada a las necesidades cambiantes del entorno empresarial. Tarea difícil que empieza a poner también en duda un paradigma pedagógico hasta ahora establecido, y que lamentablemente Bolonia poco ha modificado.

 

Para concluir esta reflexión me gustaría parafrasear al Rector de la Universidad Politécnica de Catalunya, Francesc Torres, quien, con espíritu positivamente crítico, y alejado de la autocomplacencia que a menudo inunda la academia resumió: “Estamos moderadamente insatisfechos de Bolonia”. Pues eso.

 

 

Ariadna Llorens

directora ICE UPC

Para TECNONEWS

25/04/2019

*VUCA: Este concepto se fraguó en la década de los noventa por los soldados norteamericanos y que responde al acrónimo inglés formado por los términos Volatility (V), Uncertatinty (U), Complexity (C) Ambiguity (A). Sirve para adjetivar a aquellos entornos empresariales caracterizados por la volatilidad, la incertidumbre, la complejidad y la ambigüedad.