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¿Hasta dónde?

Escrito por Antoni Giró el 05/03/2013 a las 19:17:37
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(Rector UPC)

Cuando la crisis aguda empezó a flagelar duramente las cuentas públicas, se nos hizo evidente que las grandes universidades públicas sufriríamos un duro revés. En ese escenario, la universidad no había conseguido alcanzar el estatus social de bien a proteger, posiblemente porque los propios universitarios no habíamos sabido explicar a la sociedad las consecuencias que tiene para un país deteriorar el sistema de conocimiento.

Un paso más allá, y una vez aceptado que, efectivamente, la universidad también puede ser más eficiente en su gestión, la clave está en que ese revés económico no se torne permanente, agónico. Hay que recordar que veinte años ininterrumpidos de inversión en el sistema universitario no han conseguido colocar a nuestro país en igualdad de condiciones respecto a otros de nuestro entorno en lo que a inversión en I+D y en educación se refiere. Partíamos, y no lo obviemos porque es muy relevante, de una gran desventaja.

Debemos estar, pues, atentos —exigentes—, a que esos recortes no se transformen en un camino sin retorno precisamente ahora cuando, por fin, habíamos conseguido despuntar internacionalmente por la calidad de nuestras actividades científicas y por el alto nivel de la formación que impartimos. Piensen si no con qué flexibilidad se avienen países como Alemania a ofertar puestos de trabajo a los titulados que nuestro tejido laboral no es capaz de absorber, y a reconocer la excelencia en la que les hemos formado.

Los recortes no deben hincar en el hueso de la actividad universitaria, no pueden ser un lastre demasiado pesado que condicione el futuro de estas instituciones y, con ellas, el devenir de la formación de las futuras generaciones, la transferencia del conocimiento a las empresas y, en definitiva, el desarrollo de un sistema de investigación e innovación.

Es por ello que debemos exigir la aplicación de técnicas de cirugía de alta precisión y mucha reflexión previa —cuando no, consenso— para no acabar cercenando nuestro sistema. Debemos argüir recortes que permitan mantener los niveles de excelencia alcanzados en la docencia y en la investigación, que gran esfuerzo y recursos —también económicos— han costado y, por supuesto, estamos obligados a continuar garantizando que en nuestro sistema educativo prevalezca la igualdad de oportunidades.

Tampoco se pueden cercenar los programas de ayuda y fomento de la investigación. Esa inversión forma parte de una cadena de transferencia del conocimiento que se ha demostrado útil para que las empresas —especialmente la pequeña y mediana empresa— mejoren sus niveles de innovación y competitividad.

Y, finalmente, no podemos recortar el futuro. Debemos seguir construyendo un sistema de I+D sólido, que consolide las mejores carreras científicas para que la inversión que como sociedad hemos realizado no nos conduzca a una fuga de cerebros sin vuelta atrás. Al fin y al cabo, de ese ecosistema de conocimiento nacido del esfuerzo personal y colectivo, impregnado de excelencia y alimentado en un entorno internacional, se nutre el progreso de un país.

Antoni Giró, rector de la Universitat Politècnica de Catalunya·BarcelonaTech (UPC)