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El impulso del emprendimiento universitario

Escrito por Juanjo Villanueva el 13/01/2015 a las 20:09:19
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(Catedrático emérito de la UAB)

El mayor problema que tiene nuestra sociedad es el paro (el segundo mayor de Europa) y en particular el juvenil (el mayor de Europa), y como consecuencia del gran desequilibrio entre la oferta y la demanda, el subempleo (el mayor de Europa entre los titulados universitarios).

 

Estudios realizados en EEUU en 2010 por la Kauffman Foundation, mostraban que mientras las empresas tradicionales perdían un millón de puestos de trabajo anualmente, las nuevas creaban 3 millones. Estos resultados son comprensibles, especialmente en tiempos de crisis, donde las empresas tradicionales no asumen tanto riesgo como las recién creadas (quizás debe ser así). El principal objetivo, por tanto, debería ser aumentar la natalidad empresarial para ampliar la base de su pirámide demográfica.

 

En el ámbito universitario, del que trata este escrito, se están impulsando programas públicos orientados, fundamentalmente, a promocionar la creación de empresas spin-off a partir de los resultados de los grupos de I+D. Aunque la experiencia de los últimos años no ha sido muy brillante, ni por el número de proyectos, ni por el tamaño alcanzado por los mismos, esta es una iniciativa positiva. Sin embargo, estas empresas suelen estar creadas por doctores recientes o por investigadores, unos colectivos, que salvo excepciones, tienen unos perfiles de reflexión más que de acción en el sentido de Max Weber. En EEUU, un referente en estas políticas, solamente un 10% de las empresas de alta tecnología están creadas por doctores y un 80% por graduados y masters. Apple, Microsoft o Facebook son un buen ejemplo. Todo ello sin contar las empresas no tecnológicas que también inciden en la creación de empleo.

 

Es posible que nuestros políticos focalicen su atención y ayudas a programas de spin-off porque les permiten justificar un gasto en I+D que tiene pobres retornos para los ciudadanos que las financian y a los que se les transmite desde hace décadas que son inversiones de futuro, de un futuro que probablemente no llegará porque se han invertido los términos en que se plantean estos procesos. Es la innovación empresarial la que ha de estirar de la I+D y no al contrario. Ese gasto en I+D (que no inversión) solamente beneficia a los países que tienen capacidad para asimilar y convertir en PIB la investigación que hacemos aquí y emplear a los mejores doctores que hemos formado en nuestro país. Qué balanza internacional de conocimiento y talento más desastrosa!!.

 

Si nuestro tejido empresarial no es suficientemente innovador, necesitamos incorporar otro nuevo al ya existente. No hay soluciones mágicas, pero se ha de crear cultura emprendedora a través de la educación de la sociedad y una vía de materializarla es incluirla en todos los niveles formativos y en particular en la universidad. Será un proceso cuyos resultados se obtendrán a largo plazo, desgraciadamente más largo que la duración de una legislatura.

Aunque en el entorno universitario el escenario emprendedor está mejorando, muchas veces de forma puntual o por iniciativas personales, sin embargo, ni política, ni institucionalmente, se sistematizan los procesos, por ejemplo, introduciendo en los planes de estudio de forma transversal la formación en emprendimiento para los estudiantes de grado y de master, los cuales tienen ante sí un mercado de trabajo harto complicado y para los que una solución sería el impulso del emprendimiento universitario.