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Confesiones

Escrito por Antoni Brey el 15/02/2008 a las 10:28:05
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(Enginyer de Telecomunicació)

Un par de años atrás la gran novedad del Mobile World Congress, que por entonces se llamaba 3GSM, fue la televisión para el móvil. Han pasado veinticuatro meses, una eternidad. En la presente edición aún se habla de ello, pero sin alterar el tono, únicamente como una más de las prestaciones que nos pueden ofrecer los nuevos terminales. Ahora incorporan GPS, sirven para abrir la puerta de casa, permiten descargar y escuchar música o ver videos, incluso podemos pagar las compras a través de ellos,... además de hablar, claro. Indudablemente el móvil se ha incrustado en nuestras vidas hasta convertirse en uno de los interfaces más importantes entre el individuo y el resto de un mundo globalizado. Los grandes actores lo tienen claro y los stands de las marcas que el gran público conoce se dedican a reforzar el mensaje. Casi no se ve tecnología, solo colores. La electrónica ni se huele, se da por sentado que los dispositivos pueden hacer de todo y que las redes funcionarán siempre. Lo que importa, pues, es centrarse en lo realmente importante: la croqueta y el canapé. Pero el Mobile World Congress también nos permite echar un vistazo a lo que hay tras el decorado: centenares de empresas, grandes y pequeñas, proveedoras de todo tipo de tecnologías sofisticadas y servicios avanzados. Impresiona, la verdad. Llevo ya unos cuantos años ganándome el pan de cada día como ingeniero de telecomunicación, pero confieso que no puedo evitar cierto vértigo cuando visito la feria y me doy cuenta de que no entiendo buena parte de los acrónimos que se utilizan o a que duras penas logro intuir a que se dedican exactamente algunos de los expositores. Y mientras me zampo el bocata, rodeado por una representación al completo de la ONU, me viene a la cabeza que el evento es una buena metáfora del mundo en que vivimos: un gran parque temático, sustentado sobre unas tecnologías casi mágicas que cada vez menos personas entienden en profundidad. Desde luego, me gusta oír aquello de que los telecos somos los arquitectos de un mundo nuevo pero confieso que yo, cada vez más, me siento un simple albañil.