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33 días en Guangdong (China)

Escrito por Albert Saenz el 15/07/2014 a las 21:49:53
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(Ingeniero de Telecomunicación)

He vuelto de Shunde (Guangdong, China) hace escasamente unas pocas de semanas.

 
 
Estuve un total de 33 días por un asunto profesional: la venta de un computador industrial (para los duchos en la materia, diré que se trata de un C.N.C., acrónimo de  “Computariced Numerical Control”, que es el dispositivo que gobierna las máquinas más sofisticadas cuando un PLC se queda notablemente corto),  que vengo diseñando y fabricando en Barcelona desde ya el lejano 1988. (Cuando miro hacia atrás, pero sin ningún tipo de nostalgia, me doy cuenta de que el tiempo es lo único que inexorablemente avanza.)
 
 
Pues bien, estuve trabajando de lunes a sábado entre nueve a once horas diarias (el domingo aprovechaban para realizar las modificaciones que entre semana nos iban surgiendo que, por cierto, nunca fueron pocas).
 
 
Salvo la dirección, ¡estaba rodeado de ingenieros! 4 mecánicos a los que sugería cambios para mejorar y “occidentalizar”  sus diseños.  7 más, eléctrico-electrónico-informáticos y, finalmente, un asesor en automática reconocido internacionalmente, Mr. Wu, eminente catedrático, ya jubilado, de la universidad de Guangzhou (capital de la provincia de Guangdong donde, si no estoy equivocado, se encuentra actualmente el supercomputador más potente del mundo). 
 
 
Los ingenieros que me acompañaban durante todo el día (enganchados a mi vera, me aportaban una sensación de asfixia pues el calor y la humedad, al lado de la máquina que estábamos desarrollando, en unas condiciones que dejaba mucho que desear por su precariedad, me hacía sudar la gota gorda y obligaba a beber continuamente),  eran, lógicamente, los 7 mencionados anteriormente. Ninguno pasaba de los 27 años, abundando más los de  23 - 24 años y, por consiguiente, sus estudios eran recientes.
 
 
Tenía a 3 que estaban terminando el último curso de ingeniería (carreras de 4 años y, por lo que pude informarme, similar a nuestro plan Bolonia). Uno de ellos, un gigantón de más de metro noventa, casi siempre que podía se dormía, lo que a su jefe le causaba cierta incomodidad pues no entendía y lo achacaba a algún “defecto de origen”. En un aparte, me confesó que su dormidera se debía a que cada día acababa a las 3 de la madrugada trabajos de software para terceros, rogándome que no lo dijera a nadie.
 
 
Otro de ellos acababa justo la carrera y estaba en prácticas en la empresa desde hacía 6 meses.
2 de ellos, los que tenían más edad y disponían de más experiencia pues llevaban ya 3 años en la empresa, eran los encargados de las divisiones de Hardware (cuadro eléctrico básicamente) y Software.
 
 
El último ingeniero poseía además un Master con 3 años más de estudio y no 2 como son los de aquí.
 
 
Añadir que a finales de junio se incorporaban 3 licenciados más que justo acababan los 4 años de ingeniería.
 
 
Todos (incluso el que se dormía) eran eficientes, con ganas de trabajar y aprender, espabilados, muy trabajadores, increíblemente respetuosos rezumando interés continuo en todo lo que les podía explicar y enseñar. Además, ¡hacían de todo! Y cuando digo de todo, es literal. Un día, a mi llegada, todos barrían la nave donde trabajábamos. Otro, los veía encaramados a la máquina cambiando o arreglando cualquier desperfecto (por supuesto mecánico), con las manos tiznadas de porquería o llenas de aceite o grasa.
 
 
Los mecánicos, por supuesto, ¡tres cuartos de lo mismo!
 
 
Su nivel de inglés era dispar y algunos hacían verdaderos sacrificios para intentar entender, lo que provocaba continuas interrupciones para explicarse entre ellos y “coordinar” una interpretación de mis datos.
 
 
¿Cuanto cobraban os preguntareis, estos amantes del trabajo que con inusitado entusiasmo escuchaban todas mis instrucciones, recomendaciones y ordenes?
 
 
Os diré, para tener alguna referencia, que la comida es barata, ¡si! Pero que las otras cosas no lo son tanto. Por ejemplo, unos zapatos cualesquiera de cierta calidad, en la planta “más occidental” de una gran superficie (por supuesto fabricados en China), son igual de caros que los que se encuentran aquí. (Hay que ir a las tiendas de saldos para comprar barato, donde la calidad es la que reconoceríamos nosotros como la de “los chinos”). 
 
 
Interesándome, averigüé que los no graduados todavía, cobraban unos 200 dólares USA por mes. Los ya graduados, sobre los 400. Los encargados: uno, 600 y otro, 700. El ingeniero mecánico (con 6 años ya en la fábrica), poco más de 750.
 
 
Pregunté también  por cuanto cobraba un “manager director” en China y me contestó el responsable de la división de S/W (destacadamente eficaz y trabajador infatigable) que entre los 1.000 y 1.200 USD por mes. Como alcancé un grado de confianza notable con todos ellos, le pedí su parecer sobre su salario (700 USD/mes) y me dijo que creía “que estaba ¡muy bien pagado!”
Si bien es cierto que los medios empleados aun son muy precarios (por ejemplo, en mi caso, cada ingeniero disponía de una mesita de fórmica de 100 x 40 cmts con 3 cajones y alojamiento para un “desktop”), existe una diferencia en cuanto a recursos humanos implicados en cada uno de sus proyectos que deja muy claro que China “tiene un futuro muy despejado”. Si añadimos que le falta aun tecnificarse e industrializarse para pasar de la mano de obra barata a la profesionalización y automatización, apreciaremos que su mercado industrial será el más grande por simple antonomasia. 
 
 
Concluiré con otro asunto que indica a lo que nos enfrentamos. 
 
 
No descubro nada diciendo que es sabido que todo el centro productivo mundial se viene desplazando hacía Asia-Pacífico.
 
 
Aquí, las empresas industriales continuamos desapareciendo y aquello que industrialmente perdemos cuesta mucho, en la mayoría de las ocasiones, volver a adquirirlo nuevamente, pues tecnológicamente, una vez perdido, se debe comenzar desde cero de nuevo.
 
 
Muchas empresa “occidentales”, con tal de mantener sus beneficios, se fueron a fabricar donde la mano de obra es barata (y “el estado de bienestar” no se sabe ni siquiera que quiere decir). 
Las empresas industriales siempre aportan I+D+i pues es parte de su idiosincrasia. Mientras aquí, en partes de Europa, nos descapitalizamos en conocimiento, allí, casi se lo regalamos para mantener los beneficios empresariales y a veces, en muchos casos, por simple supervivencia. Pero ellos aprenden, se empapan de conocimiento y cada vez fabrican más y con mejor calidad.
Me explicaron el negocio que proyectan realizar con la máquina que está en fase de diseño pues pretenden que participe. Llevan 4 años con ello. Yo, en 4 semanas, les he dejado la máquina casi lista para que la terminen en los meses que restan del presente año con un nivel de calidad óptimo y unas prestaciones increíbles pues cuando alguien te hace caso, te da vía libre y te sigue, sale lo mejor de ti mismo. El 2015, con tiempo más que suficiente se prevé comience la producción. 
 
 
Lo significativo es que primordialmente se trata de un producto para su mercado interior como se introdujo anteriormente. En la actualidad hay en China 2.000.000 de “trabajadores manuales” de lo que se pretende hacer con la máquina y, cabe decir que, por las condiciones tan duras del trabajo que realizan, cobran cada vez más (actualmente ya entre unos 600 a 900 USD/mes). Pero la máquina, completamente automática una vez programada la pieza, solo necesita un operario por cada 12 trabajadores manuales, aportando una calidad constante y pudiendo trabajar 3 turnos (3 operarios en lugar de 36).
 
 
¿Y a todo esto que es lo que necesitan?... Simple y llanamente: ¡saber! 
 
 
Y todo “el saber como” que se va para allá yéndose de aquí. Triste realidad que se nos escapa.
 
Albert Sàenz Coromina 
Ingeniero de telecomunicación (CCET n. 275)