Antes de nada, ¿qué es una ‘pistola inteligente’? Pues es aquella que integra sistemas de verificación biométrica para asegurar que sólo su propietario es quien la dispara. ¿Para qué puede ser útil esto? Simple: para evitar muertes por disparos accidentales, especialmente las de los niños que descubren dónde guardan sus padres el arma.
Por nuestras latitudes, esto puede parecer un problema minúsculo, dada la dificultad para conseguir una arma, por lo menos de forma legal, pero en los Estados Unidos, país en el que la tenencia de armas es fácil y un derecho protegido constitucionalmente con un fuerte lobby detrás que ejerce una fuerte presión a los políticos, la cosa cambia.
No obstante, en el país de Trump existe también una fuerte corriente favorable al control de la posesión de armas, que busca limitar de alguna forma la libertad para entrar en cualquier tienda especializada y hacerse con una arma de fuego.
Las armas inteligentes deberían ser una solución intermedia que contentara a ambas partes: por un lado, los amantes de las armas podrían seguir adquiriendo pistolas que, a partir de ahora, solamente podrían ser disparadas por ellos, reduciendo un buen número de accidentes.
Los robos de armas deberían disminuir, viendo la mayor dificultad de poder disparar una arma robada ya que esta no respondería al nuevo usuario, siendo necesario un proceso de “reseteo” y adaptación a la lectura biométrica del nuevo usuario que, además, difícilmente podría negar haber disparado el arma ante un tribunal.
Y, por último, los favorables al control de las armas no verían cumplido completamente su sueño, aunque sí mucho más limitado su uso y, por lo tanto, satisfechas ambas partes.
Si la solución es tan buena, ¿como es que a día de hoy prácticamente no hay armas inteligentes en el mercado? Smith&Wesson lo intentó hace pocos años, anunciando que invertía en una división de investigación y desarrollo de medidas de identificación biométrica para pistolas, y eso por poco le cuesta desaparecer del mercado, según cuentan en este artículo de la publicación económica Bloomberg, en el que afirman que la legendaria marca americana todavía no se ha recuperado del todo de su metedura de pata. Sólo el anuncio ya llevó a que miles de amantes de las armas le retiraran su apoyo.
Este tipo de controles biométricos en las pistolas o en rifles no gusta a las entidades que defienden la libre posesión de armas en los Estados Unidos, de la misma forma que no gustan a la asociación brasileña Instituto Defesa, que en 2014 publicaba un artículo en su sitio web tildando la Armatix iP1 de “arma hecha por idiotas para idiotas”.
Esta pistola, producida por la alemana Armatix, basa su control de disparo en un reloj que debe hallarse a corta distancia de la pistola para poder dispararla, ya que el arma necesita comprobar que hay un determinado emisor RFID cerca antes de dar vía libre a la bala. Con que el usuario lleve el reloj en su muñeca, ya es suficiente. Si es desarmado, quien se haga con la pistola no será capaz de dispararla, excepto si lo hace a bocajarro y acercando el brazo en el que el propietario lleve el reloj, con el peligro que ello le conlleva.
Pese a estas ventajas, quienes son contrarios a las armas inteligentes que se activan sólo para sus propietarios (un ‘cacharro’ muy a lo James Bond) ven un problema insalvable: la biometría falla.
Si un agente de policía saca su arma para disparar a alguien que le está amenazando, y el lector de huella digital de la empuñadura no reconoce su huella o tarda un poco más de lo habitual, puede ser un fallo fatal. Y todos tenemos la experiencia de haber tenido que autentificarnos más de una vez con el lector de huellas dactilares de nuestro smartphone...
Las últimas investigaciones en biometría para armas apuntan -valga la redundancia- para reconocer el agarre del grip del arma aunque, aún así, es probable que la medida tope con los entusiastas de las armas, que solamente querrán apretar el gatillo sin más, sin tener que identificarse ante su arma.