Mantener en funcionamiento una serie de modelos de lenguaje de IA, con su correspondiente chatbot accesible al público, con servicios de pago, pero también con algunos servicios gratuitos, exige recursos tecnológicos (servidores, conectividad de banda ancha,...) además de los no tecnológicos (personal, oficinas,...) y, a su vez, todo ello consume una gran cantidad de recursos económicos.
Si estas exigencias las extrapolamos a un nivel tan monstruoso como el de OpenAI, con centros de datos repartidos por todo el mundo, ingentes cantidades de ancho de banda, y personal de todo tipo como desarrolladores para evolucionar sus productos y mantenerse a la altura (o por delante) de su competencia, una organización de estas dimensiones muchas veces “quema” el dinero a una velocidad superior a la de que lo genera.
Y, en el caso de OpenAI, que empezó como una organización sin ánimo de lucro, esto es así.
De hecho, Sam Altman ya ha intentado transicionar alguna vez hacia una estructura corporativa que le permita generar beneficios, pero las múltiples críticas y algunos movimientos de su entorno, han hecho que, al final, diera marcha atrás. Ahora, parece que da un pequeño paso en dicha dirección, pese a que tan corto, que no abandonará la casuística de organización sin ánimo de lucro (él mismo afirma en el mismo comunicado que OpenAI nunca será una empresa convencional), pese a que el cambio que va a introducir le facilitará generar el dinero para mantener su infraestructura.
El problema a resolver, parece irresoluble sin una estructura financiera que permita generar beneficios, es decir, sin una empresa convencional tras de sí: la demanda de uso supera la capacidad disponible, los sistemas funcionan con límites y de forma ralentizada, y el equipo prevé que el interés en sus servicios y productos aumente conforme sus modelos mejoren sus capacidades actuales y ganen otras nuevas.
Para sostener este crecimiento, desde OpenAI indican que necesitarán cientos de miles de millones —e incluso billones— de dólares en computación.
Hacia la reforma de su estructura corporativa
Altman afirma que OpenAI mantendrá el control del proyecto mediante su fundación sin ánimo de lucro, mientras que la sociedad de responsabilidad limitada que gestionaba el negocio pasará a ser una Corporación de Beneficio Público (PBC por sus siglas en inglés) con la misma misión, una figura habitual en otros laboratorios de AGI como Anthropic y X.ai.
Este cambio sustituye su anterior modelo de beneficio limitado por una estructura de capital normal en la que todas las partes dispondrán de acciones, aunque ello -y según Altman- no constituye una venta sino una simplificación de la estructura.
La fundación se convertirá en uno de los principales accionistas de la PBC, con un porcentaje avalado por asesores financieros independientes, lo que incrementará sus recursos para programas que acerquen la IA a diversas comunidades.
Según explica Altman, la decisión de que la fundación retenga el control, se tomó tras dialogar con líderes cívicos y con las fiscalías generales de California y Delaware. El plan se acabará de afinar con estas entidades, Microsoft (uno de los puntales en los que se ha apoyado OpenAI) y los nuevos comisionados del nonprofit.
Con esta reestructuración, Altman confía en que OpenAI siga progresando con rapidez y seguridad, facilitando -en sus propias palabras- que cualquier persona aproveche la IA.