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La apuesta del régimen iraní por las criptodivisas se le vuelve en contra

Escrito por Guillem Alsina el 16/02/2021 a las 13:24:37
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La economía iraní evoluciona condicionada por el embargo estadounidense y el vacío que las naciones occidentales y los países árabes le practican. Como una suerte de Cuba a gran escala de Oriente Medio, en ciertos aspectos vive en una forzada autarquía, como es en el caso energético.


En 2018, y en una apuesta por sortear las limitaciones del embargo impuesto, Irán decidió reconocer la minería de criptomonedas como una industria legal. Esta le permite disponer de una moneda que puede utilizar en los mercados internacionales escapando al control internacional, lo que a la postre permite que -y aunque sea en cuentagotas- en el mercado del país puedan acabar entrando bienes extranjeros, ni que sea de forma indirecta.


La minería de criptomonedas no es nada más que la realización, mediante sistemas informáticos, de una gran cantidad de cálculos matemáticos para conseguir, antes que nadie, desencriptar uno de los bloques que componen las monedas.


Si lo consigues, ahí está el beneficio pero, si no, pierdes tu tiempo y también consumes electricidad, que es el talón de Aquiles de la inversión en minería de criptomonedas, toda una industria en sí misma.


El beneficio, a cambio, puede ser muy elevado. Si no, podemos fijarnos en el Bitcoin, una criptomoneda cuya cotización rondaba los 10.000 dólares entre 2019 y principios de 2020, hasta que en octubre del año pasado empezó a subir como la espuma, llegando en algunos momentos a acercarse a la cotización de 40.000.


Energía a bajo precio... con problemas


Irán es un destino atractivo para instalar una ‘granja’ de minado de criptomonedas: subsidiada por el estado, la energía allí es barata, y el reconocimiento de la industria como legal da una cierta seguridad a los inversores, muchos de los cuales han llegado de China.


No obstante, la gran necesidad de energía no se para, es más, acostumbra a aumentar porque también lo hace la sed de ganancia y, por lo tanto, el incremento de la infraestructura informática que emplea la red eléctrica. Y la red iraní no es precisamente de última generación sino que, precisamente por lo antes explicado, no se encuentra en su mejor momento, sino que necesitaría una inversión y puesta a punto que el país no puede (ni quiere) llevar a cabo.


Desde 2019 la población experimenta cortes en la alimentación (y ahora también en el suministro de gas) y, según explican en Al Jazeera, en las redes sociales dan la culpa a los criptomineros.


No sólo son las redes sociales; según la cadena catarí, incluso los medios de comunicación oficiales dan también la culpa a la industria de las criptomonedas, en lo que da la sensación de ser la búsqueda de un chivo expiatorio en el marco de las guerras de poder intestinas entre las distintas facciones del mismo régimen.


Quienes no ven con buenos ojos la irrupción de esta industria podrían estar acusándola de ser la responsable de lo que en realidad es la culpa de la dejadez de las autoridades para estigmatizarla y acabar expulsándola.


En su defensa, los criptomineros alegan que la electricidad no les sale tan barata como al resto de las industrias, ya que pagan unos impuestos por llevarse su producto al extranjero que pueden acabar situando el precio de este recurso básico en diez veces más caro que al resto de la ciudadanía y el tejido industrial del país.


¿También culpables de la contaminación?


Muchas de las plantas de producción de electricidad de Irán funcionan quemando marzut, un fueloil que, en dicho proceso, deja ir al aire grandes cantidades de dióxido de sulfuro, provocando contaminación.


En los últimos meses, una niebla fruto de esa contaminación ha azotado a Teherán, una ciudad que acoge a ocho millones de residentes pero que llega a los doce millones de almas si contamos con quienes están de paso durante el día para trabajar. Dicha niebla, además, ha empezado a cubrir también otras ciudades del país.


Otra crítica que se les dirige a los criptomineros es, precisamente, que son los culpables de esta contaminación, debido a que la producción de electricidad a base de quemar marzut ha tenido que aumentar.


Incluso cargos del régimen de los ayatolás se han apuntado al carro de las críticas contra dicha industria, que ya empieza a verle las orejas al lobo que la ha tomado por cabeza de turco de las propias limitaciones.