Existe una máxima en el mundo militar que afirma que “los aficionados hablan de estratégia, mientras que los profesionales hablan de logística” que, si bien no es del todo cierta, es acertada en un aspecto: mientras que la táctica y la estratégia son los aspectos más llamativos del arte militar (y no entraré aquí en disquisiciones filosóficas sobre el arte operacional), la logística queda más escondida por ser menos espectacular, pero es igual de importante, ya que si una tropa no recibe suministros, no solamente es imposible su avance, sino que también es imposible que se atrinchere y resista en una posición estática, por ejemplo.
Pensemos, simplemente, en la munición; una vez se acaba, sólo quedan dos opciones: salir corriendo en desbandada a la retirada, o bien rendirse. La tercera, menos agradable, es llevar a cabo una carga con armas blancas, algo así como una carga banzai. Intentar ablandar al enemigo a base de contarle chistes es una posibilidad, pero muy remota y de la cual no hay registros históricos conforme haya tenido éxito alguna vez.
Y, hablando de suministros cómo munición o comida, también tenemos las piezas de repuesto. Piezas distintas para distintos componentes de vehículos, tanto blindados como de transporte, o para diversas armas, y en el campo de batalla moderno, para los omnipresentes drones.
Uno de los grandes quebraderos de cabeza de los trenes logísticos es la diversidad de piezas que deben llevar a primera línea del frente, especialmente contando con una amplia diversidad del distinto material militar presente, y teniendo en cuenta que es mejor disponer de piezas para poder realizar las reparaciones in situ y en el momento, y no tener que retirar el material, pedir los repuestos, y esperar a que lleguen. En un campo de batalla, la cuestión de la vida o la muerte se dirime en estos detalles.
La impresión 3D ayuda en este sentido, al permitir la realización de piezas sobre el terreno y en poco tiempo, yendo desde cargadores de fusiles, hasta piezas de drones. Algún portaaviones estadounidense ya ha incluído entre su material, una impresora 3D que trabaja con metal para la elaboración de piezas, tanto para el barco como para los aviones que transporta, aunque, por el momento -y hasta donde tengo noticias- no deja de ser una prueba.
Ahora, el Ejército de los Estados Unidos ha incorporado la impresión 3D de partes de drones al adiestramiento de sus efectivos dentro del nuevo Unmanned Advanced Lethality Course (UALC). El programa, dirigido por el US Army Aviation Center of Excellence (AVCOE), busca reforzar la producción, el mantenimiento y la operación de pequeños sistemas aéreos no tripulados, incluidos los drones FPV (que se pilotan con la ayuda de una cámara cómo si el piloto estuviera montado en el mismo dron).
La iniciativa persigue acortar distancias respecto a otros países que tienen mayor conocimiento y experiencia en el uso de drones en el campo de batalla, cómo Rusia o Irán, y establecer un marco que permita a cada unidad desarrollar su propio programa de drones a escala.
Con una duración de tres semanas y base en Fort Rucker (Alabama), UALC instruye a los soldados en la fabricación y reparación de componentes mediante el uso de tecnología de impresión aditiva. El temario abarca el manejo de impresoras de resina, filamento y fibra de carbono, así como el diseño y la modificación de piezas con software CAD y archivos STL.
La organización del curso prevé un repositorio centralizado de ficheros para que los alumnos puedan imprimir drones al regresar a sus destinos y, a medio plazo, plantea que los participantes diseñen y prueben sus propios fuselajes de drones FPV.
Evidentemente, y en el caso de necesitar reparar o modificar un dron sobre el terreno, con la impresora 3D y el material necesario, solamente deberán imprimir las piezas, montarlas, y seguir utilizando el aparato reparado.
Actualmente cursan la formación 28 militares procedentes de distintas especialidades, entre ellas infantería, caballería, pilotos de cazas de combate, y oficiales técnicos. Muchos de los participantes llegan con conocimientos autodidactas en el uso de drones y la impresión 3D, que el curso sistematiza para que, de vuelta a sus unidades, actúen a su vez como formadores e impulsores de nuevas prácticas.