La Inteligencia Artificial (IA) ya no es una promesa de futuro, sino una realidad cotidiana. Está presente en la manera en la que trabajamos, consumimos, aprendemos y nos desplazamos. Y los españoles lo saben: muestran un interés creciente por esta tecnología, aunque también expresan dudas legítimas sobre su impacto real en sus vidas.
Desde Bosch, compañía tecnológica con amplia experiencia en inteligencia artificial aplicada a productos y servicios, se observan tres grandes tendencias sociales que explican cómo se está integrando la IA en la sociedad española actual: adopción práctica, percepción ambivalente y demanda de formación y ética.
Cada vez más personas utilizan inteligencia artificial sin apenas darse cuenta. Asistentes virtuales, motores de búsqueda, plataformas de recomendaciones, aplicaciones de traducción automática o herramientas generativas se han incorporado con naturalidad a la rutina diaria. En el entorno laboral, su uso es aún más extendido: el 61% de los trabajadores españoles utiliza herramientas de IA en su día a día, según datos del Bosch Tech Compass 2024. Sin embargo, solo una de cada cuatro personas ha recibido formación específica, lo que refleja una brecha evidente entre adopción y capacitación. Muchos han optado por formarse por su cuenta, a través de cursos online, tutoriales o certificaciones.
Pese a esta falta de acompañamiento formal, la actitud general hacia la tecnología es positiva. El 70% de los españoles declara tener afinidad con la tecnología y más de la mitad se considera capaz de adaptarse bien a los cambios. Eso sí, un 28% reconoce que le cuesta seguir el ritmo de las innovaciones. La IA despierta entusiasmo, pero también genera dudas sobre su impacto, especialmente en el empleo. De hecho, el 60% considera alto o moderado el riesgo de que sustituya determinados puestos de trabajo, según el mismo estudio.
A medida que la IA gana presencia en la sociedad, aumenta también la exigencia de contar con una formación adecuada y con garantías éticas. El 64% de los ciudadanos cree que la inteligencia artificial debería enseñarse en los colegios, y un 56% opina que el sistema educativo no está preparando suficientemente a los estudiantes para convivir con esta tecnología. Además, más del 80% considera urgente establecer un código de conducta que regule su uso, y asegure una aplicación responsable, especialmente en lo relativo a la privacidad, la toma de decisiones automatizadas y la supervisión humana.
En esta línea, Bosch aplica desde 2020 su propio código ético de IA, basado en tres principios fundamentales: debe ser segura, comprensible y siempre supervisada por personas. La compañía cree que el verdadero valor de esta tecnología está en cómo puede facilitar el día a día de las personas, no en sustituirlas.
El 66% de los españoles considera que la inteligencia artificial será una herramienta clave para el desarrollo del país. El reto está en garantizar que ese potencial se traduzca en beneficios reales, accesibles y socialmente aceptados. Para Bosch, eso solo será posible si se apuesta por una integración de la IA centrada en las personas, acompañada de más formación, más transparencia y más responsabilidad.
“La inteligencia artificial ya está en nuestros hogares, nuestros trabajos y nuestras decisiones diarias. El verdadero reto no es si vamos a convivir con ella, sino cómo. En Bosch tenemos claro que la tecnología solo tiene sentido si mejora la vida de las personas”, explica Juan Antonio Relaño, CIO de la compañía en España.
España se perfila así como una sociedad abierta a la innovación, con una ciudadanía interesada en la tecnología, pero también exigente con su aplicación. La integración de la IA no solo dependerá del avance técnico, sino del consenso social que seamos capaces de construir en torno a ella.