Internet ya fue. Pese a que es frecuente escuchar que la red nació como una iniciativa militar, en realidad, el ciberespacio tal y como lo hemos conocido fue un sueño impulsado por universitarios, personas que estaban en los márgenes, freaks que no atendían a normas sociales, librepensadores, anarquistas o disidentes. Era un sueño en el cual la información circulaba libremente y sin intermediarios.
Hay quien dirá que hace tiempo que la red dejó de ser ese sueño. Que con los buscadores y sobre todo con las redes sociales la libertad en la red se vio menguada. Sin embargo, incluso con ellas, con plataformas sociales, existía cierta idea originaria de la red que pervivía: la de comunidad global.
Recientemente, Donald Trump ha firmado un decreto mediante el cual, la plataforma de vídeos cortos, TikTok pasará a ser operada, en Estados Unidos, por inversores estadounidenses. Dicho de otra forma, TikTok será, en Estados Unidos, una empresa estadounidense que tendrá un valor de 14.000 millones de dólares. Ha sido la forma que la red social ha encontrado para seguir funcionando en ese país. Es decir, TikTok se ha doblegado para funcionar bajo las normas de Estados Unidos, ya que la alternativa era cerrar.
No es una mala noticia que las empresas extranjeras tengan que cumplir con las legislaciones de cada nación. Con todo, la obligación a la que se ha sometido TikTok va más allá. Demuestra el modelo de ciberespacio hacia el cual está moviéndose la red: uno en el que Estados Unidos centraliza el control de los datos, uno en el que ese mismo país es tan celoso de sus datos que es capaz de crear empresas paralelas para dominarlos.
Eso no es nada nuevo. De hecho, todas las administraciones estadounidenses y todos los gobiernos del mundo tratan de centralizar la información dentro de sus fronteras. Con todo, cuando lo hacen gobiernos más amables, no se ve con tanta inquina. Quizás si con Obama no nos hubiese parecido mal el control de la información ahora tendríamos argumentos para criticar la decisión de Trump.