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El último lector en papel

Escrito por Albert A. Martin Mestre el 15/01/2013 a las 20:18:44
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Mientras me decido a escribir estas palabras, tengo en frente una estantería llena de libros y me pregunto cómo es posible que queramos hacer desaparecer el mundo del texto en papel.
Las razones por las cuales un libro electrónico es mil veces superior a uno de papel, están claras:

En un e-book puedo almacenar miles de libros.
Un e-book no pesa nada y si quiero leer en el metro cualquier libro que se extienda más de 500 páginas, probablemente mi salud agradecerá mi amor por la tecnología.
Un e-book (a priori) no atenta contra la selva amazónica.
Con un e-book puedo leer bajo el influjo de la luz del sol sin tener que ir al oculista con los ojos quemados.

Seguramente me pueden dar mil razones más por las cuales el libro electrónico es un avance y progreso con respecto a su antecesor, de todos modos si escribo estas palabras es para dar voz a aquellos que creemos que el libro de papel no puede ni debe morir.

Como hace algunos días oí decir a un experto de cuyo nombre no consigo acordarme, el libro tradicional no es interactivo y eso le da una desventaja respecto al e-book. Las tecnologías están conquistando todos los espacios humanos y por ello, preservar esos lugares en los que el silencio y la inconexión son abundantes, es algo primordial.


A veces me veo con pocos años de edad acercándome a la librería que había en el salón de mi casa. Luego acudía a mi madre o a mi padre con un par de libro en las manos y les preguntaba cuál me recomendaban. Los libros en formato físico son una forma de educación tanto visual como social. Cuando entramos en una biblioteca no es el cartel de silencio lo que nos hace callar sino los libros y la necesidad de quietud que implica la lectura. Ejemplo de ello es la diferencia que hay entre una tienda de aparatos tecnológicos como la de Apple y una librería -hagan la prueba en cualquier Fnac y se darán cuenta de la distancia auditiva entre las distintas secciones-.

Yo -no sé ustedes- no quiero que mis hijos crezcan sin libros rodeándoles y formando un bonito cromatismo doméstico. No quiero esas casa del futuro creadas en serie, con ángulos rectos, tan blancas como un papel sin letras, en las que no se deduce nada de los inquilinos que la habitan.

 

Los libros tradicionales tienen un mensaje que ningún libro de última generación conseguirá emular. No quiero leer el Quijote en formato digital pues cuando Cervantes lo escribió, lo hizo pensando en las manos de sus lectores; en como pesarían sus páginas en nuestra piel.

 

Quiero un mundo de papel y hasta que no desaparezcan los libros por completo por culpa de un Fahrenheit 451 tecnológico, seguiré comprando libros.