Cuando las cosas van mal, parece que una de las salidas posibles y básicas a la crisis es, pese a que muchos opinen lo contrario, la democratización.

Hace un año escaso la Sociedad General de Autores y Editores sufría uno de los varapalos más importantes de su historia. Para aquellos que no tengan demasiada memoria refrescaremos la historia afirmando que se trató de un caso sin igual de corrupción en el que los cargos de toda la organización se vieron fuertemente afectados por la dinámica corrosiva del dinero.

Tras la tempestad parece que las cosas vuelven a su cauce si es que el cauce aún está allí. En un momento de gran crisis en todos los sentidos del término, uno de los sectores que con más ahínco está viviendo la retórica negativa es el del mundo audiovisual. Con un panorama en el que la cultura de la gratuidad y de la desaparición de los soportes físicos es ya una realidad con todas las letras de la expresión,   se hace extraño pensar que la SGAE volverá a ser la de antaño.

Es por este motivo que los socios de la sociedad votaron hace escasas semanas la composición de la nueva directiva que debe retomar el trabajo de la institución. Y los nuevos tiempos y realidades precisan de nuevos métodos. Así el derecho a voto habido en la SGAE se ha ampliado en esta ocasión. De los 472 votantes de las elecciones de Junio del 2011 se ha pasado a los 1.348 votantes de ahora.

En lo que respecta al voto por correo el aumento también ha sido sustancial: Si antes eran 1.241 ahora son 2.343. ¿Quién dice que la democratización no es una forma de resolver los problemas?