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Aprendizaje digital y efectividad educativa

Escrito por Iván Andrada Mendoza el 15/01/2019 a las 18:33:41
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(Alumno Ingeniería UPF)

Si me estás leyendo de aquí a unos años (escribo este artículo en el año 2018), no sé cómo habrá cambiado el sistema educativo y las técnicas docentes en las escuelas, institutos y universidades. No sé si todavía tendréis clases repletas de compañeros delante de un profesor explicando en una ancha pizarra nociones sobre la materia, improntadas en tiza o rotulador. No sé si tampoco seguiréis tomando apuntes sin parar, de manera síncrona, a las palabras del docente o si habréis modificado alguna de estas metodologías.

 

Yo, en mi caso, he visto cómo la manera de enseñar en las escuelas se ha visto bastante (y positivamente) influenciada por la aparición de las nuevas (o no tan nuevas) tecnologías. Es indudable que el sector de las TIC, en consonancia de un profesorado que cada vez conoce mejor estos mecanismos brindados del desarrollo humano, ha logrado una sociedad de la información sin precedentes, cada vez más joven y más preparada.

 

Para ponernos en situación, daré mi experiencia personal. Recuerdo, que en mi inocente infancia, no conocí el Internet hasta los 10 años, que en mi hogar instalaron los equipos necesarios para gozar de tal servicio. Una compañera de piso, que por aquel entonces estudiaba ingeniería naval, me enseñaba el software que utilizaban para elaborar modelos, hacer cálculos y estimar costes de los proyectos… Me quedaba absorto al ver todo ese conocimiento y el poder que aportaban esos programas a aquello que ella estaba dedicando su tiempo. Fue un día, con la ayuda de la mencionada chica, que empecé mi experiencia en el aprendizaje 2.0, esto empezó con Microsoft Encarta, un programa bien diseñado para niños con el fin de adquirir conocimiento y comprensión dentro de diferentes asignaturas que se nos impartían.

 

Una GUI bien diseñada, unos soportes audiovisuales (vídeos, fotos, audios) lúdicos y divulgativos me ayudaron bastante en mi expediente académico y también en reforzar el acervo cultural. Es por aquel entonces que descubrí una herramienta de enorme potencia como era la tecnología aplicada para propósitos de enseñanza.

 

Llegado a la educación secundaria, en los años que empecé con química, recuerdo con horror las dificultades y la incomprensión a los conceptos que se me presentaban. Más de una vez tuve que ir a recuperar exámenes de esa asignatura y aprobar siempre por los pelos. En tal caso, Encarta no pudo ayudarme. Hasta que un día, se me ocurrió hacer la búsqueda más insólita pero racional que he hecho en mucho tiempo en Youtube: “Formulación orgánica”. Sorprendido, encontré aquello que necesitaba, vídeos de apenas 5 minutos explicando de manera práctica aquello que en clase había escuchado, y todo cuadraba, todo se entendía y me motivaba a ponerme a practicar más ejemplos y ver más vídeos.

 

Esta frustración que viví durante secundaria, también la han vivido compañeros de clase y seguramente la presenciarán los futuros estudiantes de generaciones venideras. Vengo a hacer mi crítica personalmente para defender un modelo educativo basado en las herramientas que he ido mencionando. ¡No desesperéis, futuros estudiantes, el futuro es mejor de lo que nos espera!

 

El futuro es mejor, tenemos ordenadores y smartphones con los que acceder a toda la información y poder efectuar cálculos complejos, realidad aumentada y todo un mundo de posibilidades, cada vez más vinculadas a la Inteligencia Artificial, Big Data o Machine Learning. Y además de esto, tenemos un diamante en bruto llamado Internet, y dentro de esto, tenemos canales, vídeos, aplicaciones…

 

En la actualidad, si una persona, con un mínimo de motivación, quiere aprender según qué disciplina, puede encontrar material de alta calidad, explicado por grandes profesionales a coste 0, por ejemplo, con recursos como Coursera, Khan Academy o Udacity. Esto supone un punto de inflexión en lo que conocemos como paradigma de la educación, hemos pasado de un aprendiz activo que tiene que acudir a una información pasiva (almacenada en grandes bibliotecas y librerías), a un aprendiz activo que además consigue esta información como un bien pasivo, pero al alcance de todos. Con esta idea, la educación se ha socializado de manera evidente y se ha producido una fuerte transformación de las estructuras que rigen la susodicha. Y no es de extrañar que cada vez encontremos a nuevos talentos del mundo tecnológico o científico que han labrado una gran sabiduría en sus campos gracias, en parte, a este tipo de recursos.

 

Entonces, ¿cuál es el deber de la educación en estos sentidos? Tenemos que potenciar estos materiales, no sólo se benefician de ellos los estudiantes, sino también el cuerpo docente, pueden aprender grandes técnicas y métodos para mejorar las clases. En bachillerato, nuestro profesor de física, quien está involucrado en estos temas, aplicó esos procesos en su manera de enseñar, añadiendo además vídeos y material audiovisual para reforzar en la misma clase lo que se acababa de ver. ¿Resultados?

 

Notas en física muy altas y gran satisfacción por parte de todos los compañeros.

 

¿Significa este ejemplo que debemos sustituir a los profesores por vídeos, audios y sesiones grabadas? No, es necesario el contacto humano entre docente y alumno, pero sobre todo, se ha de optimizar el uso del tiempo y el aprendizaje que dicho alumno pasa con el docente. Mantener la figura presente y de autoridad que le es merecida a un profesor. Aprender más cosas en menos tiempo, y asegurarse que lo que se aprende cobre sentido y quede grabada por muchos años en sus mentes.

 

Debemos apuntar hacia la dirección correcta, formar a profesores en estos aspectos tecnológicos, invertir en contenidos audiovisuales, fomentar la interactividad y luchar por un paradigma educativo consecuente con la época y los medios con los que coexistimos. El sistema educativo no puede seguir funcionando del mismo modo que

 

hace 10 o 20 años. En España debemos darnos cuenta que hay una revolución ineludible a la cual estaremos inmersos. Un modelo educativo que potencie nuestras habilidades y en aquellas en las cuales flaqueemos ayudarnos, y todo gracias a un proyecto tan humano y lógicamente construido como es la tecnología.